Hoy me ofrecieron un café

Que onda bato, un café ¿o qué?

Nel, no acostumbro a tomar eso.

Te va a levantar, te veo medio jodido.

Pienso en las cinco horas de sueño del día anterior. Y en las cinco del día de antes. Y en las cinco uno antes de eso, y de las semanas que llevo así.

De acuerdo, me tomo uno.

Solamente veo como mi compañero empieza a mover el hocico, las palabras que dice me cruzan de un lado de la jeta al otro. Me quedo absorto, repasando los pendientes que tengo para el día de hoy.

Ya quedó. Este es especial, me lo trajo mi hermana de Marruecos. Me dijo que lo traen de unas montañas de no sé dónde. Pero se supone que es de los cafés que más cafeína contiene. Pero eso vale madres. A mi lo que me importa es el sabor y el aroma. Me caga aquí la raza siempre anda tomando café Benedetti o sepa la madre como se llama el del Oxxo. Está malísimo ese. Luego por eso se andan tomando un litro completo y ni les hace nada. Este nombre, cabrón, no vas a saber ni lo que te pegó. Se te va a olvidar dormir y mañana vas a querer otro a huevo. Júntate conmigo bato, vas a ver lo que tomar buen café, no tienes ni idea. Mira yo siempre ando comprando de lo mejor que hay. La otra vez en el proyecto de Ramos Arizpe esta vieja que se me olvida como se llama se cagaba conmigo; porque compré mi propia prensa francesa y entonces solo compraba café para mi solo. Tenía mi propia bolsa, de huevos. Y siempre me andaban cagando el palo para que comprara también para los demás. Y yo les decía, nombre a la verga, cómprense el suyo. Bien vergas, bola de ogetes. Pero mira, si te gusta este pedo, pues luego nos podemos turnar, yo compro una y luego tú una y así nos vamos. Porque si está medio cariñoso este pedo, ya entre dos pues no está tan mal. Ya sabes perro, el primero gratis, pa que no digas que no sé qué. Ya está este pedo.

Veo como toma una taza negra y sirve ahí la bebida. Me la da en la mano.

Cuidado, está caliente.

Veo el vapor que sale de la taza, como se desenvuelve, infinito, a través del espacio. El aire acondicionado hace un ruido constante, y me arrulla extrañamente. Entre el vapor y el clima, me hipnotizo. Esperar a que el café enfríe es lo más bello que he hecho en las últimas semanas. Siento una paz. Me siguen hablando, sigo sin escuchar.

Te vas a esperar me supongo. Yo así era al principio, me tenía que esperar a que enfriara. Ahorita ya me vale verga, me lo chingo así ardiendo. Como mi alma. Daaahhh jajajajajajajjajaja. Es que siempre tomo café. Me encanta. Tengo tazas especiales para cada tipo de café. Porque hay varios tipos, no sé si sabías. Luego cuando voy a un Starbucks o algo así me andan preguntando puras mamadas que si quiero sal o pimienta en el café o crema y cajeta o puras, puras mamadas. Siempre que voy les digo que el café se toma negro a la verga. Es que la raza no es conocedora wei, ese es el pedo. Por eso le andan aventando pinches mamadas. Le arruinan el sabor. Aunque bueno, el café del Starbucks también está anal. Un poco mejor que el del Oxxo, pero comoquiera. Al chile mira wei, yo te puedo instruir en esto del café. Primero que nada, hay que conseguir una mejor cafetera, porque esta que trajo el ingeniero al chile está bien mala. Calienta demasiado el agua y al chile eso arruina el triturado. Es más, cabrón, nos podemos comprar nuestra propio molinillo. Uyuyuy ahora si vas a saber que pedo. Le puedo pedir a mi jefa que me mande grano de allá de Oaxaca y aquí nos ponemos en las mañanas. Así como ahorita, solo que moliendo grano, pa hacernos un café de cien papá. Uff, vamos a ser la envidia. Luego hasta le podemos cobrar a la banda chingue su madre. Creo que ya se te enfrió el café, hasta de más.

Veo la taza, tiene razón. Ya no sale vapor. La toco por fuera, no siento nada. Nunca he sido fanático del sabor, pero realmente necesito un levantón. Tomo la taza, desengozno la mandíbula y me engullo el café de un solo trago. Ahora solo queda esperar.

Mientras me siguen hablando de tonterías del café, comienzo a prepararme para el día de trabajo. Ya van a dar las siete de la mañana. Prendo la computadora, comienzo a ordenar los papeles que necesito. Sonrío amablemente al hombre que me sigue hablando sobre café. Pero cuando me dispongo a comenzar, siento un relámpago en el intestino. Mi expresión se retuerce y debió de ser violentamente, porque el amante número uno del café me pregunta si todo está bien.

Tengo que cagar.

Tomo la llave del baño y salgo de la oficina móvil. Inmediatamente me arrepiento. Construir una planta termoeléctrica en medio de un desierto no es bueno para los que les urge vaciar su intestino. Primero que nada, la única solución viable para las necesidades fisiológicas son los baños portátiles. Segundo, los limpian una vez a la semana; siendo jueves, van cuatro o cinco días de lodos acumulados. Tercero, no están ventilados, y en este lugar del planeta, el sol pega duro y baja despacio. No acostumbro a cagar en la obra, pero no hay de otra, cada segundo que pasa se incrementa la presión en las compuertas de la presa en la que se ha transformado mi ano.

Abro el candado del blue room y la puerta se abre sola. El olor me sobresalta. Unas cuantas moscas salen volando. Cierro la puerta. Decido ir al baño en otro lado. Si me subo a la camioneta y manejo de vuelta a mi casa solamente me tomaría una hora en llegar a mi baño. No parece tanto tiempo. Hasta que un retortijón me detiene. Bueno, entonces voy a cagar al monte, no pasa nada. Pero los guardias de seguridad tienen cámaras en el perímetro, y me van a vetar del proyecto.

Finalmente, las convenciones sociales y la urgencia de cagar me convencen, no hay otra manera de superar este cague. Respiro hondo y sostengo la respiración antes de entrar. Cuando levanto la tapa veo en cantidad de mierda lo que equivale a un montículo de pitcheo. El asiento está salpicado de orina. Quiero retroceder, pero mi intestino está vociferando de dolor, un segundo más y me cago encima. Y entonces me siento. Aún no toco el asiento y ya se me está saliendo un lagarto de la cola. Al mismo tiempo que mis nalgas tocan el asiento caliente, el popodrilo choca con la caca y su clavado me salpica. Ya habrá tiempo de limpiarse. Empiezo a sudar, es un sauna aquí dentro. Pero el efecto laxante de la cafeína no se ha terminado aún, ahora empiezan los escopetazos. Mi ano se ha transformado en trompeta y procede a tocar la más hermosa sinfonía flatulenta. Cada pedo que se me sale siento como baja la presión desde mi vientre hacia mi recto. Cuando es demasiada, empujo. Y se libera lo que solamente puede ser descrito como las cataratas anales del Niágara. Estoy soltando hasta el calostro que me dio mi madre de recién nacido. Siento un flujo interminable desde mi ano hacia el mundo. Y entonces empiezo a sentir algo resbaloso saliendo de mí. Volteo hacia abajo y veo un pedazo de mi intestino colgándose de mí. Debí pujar demasiado fuerte, porque no parece estarse deteniendo. No hay dolor, solamente curiosidad. ¿Cómo es esto posible?, se me está derramando el intestino adentro de un baño portátil en una construcción a más de cuarenta grados centígrados. Que muerte tan hermosa voy a tener. Después de lo que parecen varios siglos, comienzo a sentir como se me anuda el estómago. Mis intestinos gruesos y delgados y cualquier otro ya están despilfarrados debajo de mí, ahora sigue el resto de mi tracto digestivo. No pasa mucho tiempo antes de comenzar a sentir el vacío en mi abdomen, porque ahora este también se está consumiendo. Siento como se sume mi pecho y con él, mis pulmones, porque ahora me está costando respirar. Entiendo lo que está sucediendo. El café me causó tal efecto laxante, que estoy dejando todo el cuerpo en el baño. Cuando comienzo a sentir que mi cráneo se sume hacia mi cuerpo, mis brazos y mis piernas ya han sido consumidas por la fuerza de mi cagada. Ahora tan solo queda esperar por el dulce socorro de la muerte.

Pero nunca llega.

Estoy literalmente al revés, adentro de una océano de cagada. Y no he muerto. Mi destino es uno mucho peor.

Lentamente siento como se reforma mi cuerpo. Primero mi cabeza, después mi torso y mis extremidades, y avanza hacia el que permitió tal locura, mi ano. Me recompongo por abajo del asiento del baño y de la mierda, renazco.

Cuando vuelvo a la oficina, todos me ven igual. Todos me hablan igual y esperan lo mismo de mí. Me saludan como si nada hubiera pasado. Me tocan de la misma manera. Me saludan sin saber que ahora soy un ser de mierda. Ya no llevo sangre en las venas, llevo mierda. Cuando hablo, sale olor a mierda de mi boca. Cuando respiro, huelo mierda. Cuando como, ya no pasan horas antes de tener que ir a soltar la comida, ahora digerida, por mi ano. Porque ahora solamente la absorbo y se incluye en las vastas cámaras de mi cuerpo, que ahora solamente albergan mierda.

Y mañana, cuando me ofrezcan un café, diré que no, porque soltar la mierda sería soltar la vida.

Gerardo Gómez Ríos

Esposo, padre, hijo, ingeniero y autor.

https://www.gomezrios.com
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