Como observar a una mujer de manera objetiva

Naturalmente, lector, es necesario que encuentres un lugar óptimo para tus ejercicios de observación. Una vez hayas encontrado un lugar comúnmente frecuentado por hembras, deberás de tomar las medidas necesarias para asegurar tu continua comodad por las siguientes horas. Leíste bien, he dicho horas. Lo digo porque son horas las que se requieren para aprender a ser objetivo en este asunto de observar a las mujeres. Lo que te espera de ahora en adelante es un proceso arduo, tedioso y en ocasiones aborrecible; pero recuerda, nada que valga la pena es fácil de obtener.

Bueno, pues, asumo que ya te encuentras en una posición óptima para tu aprendizaje. Será necesario, entonces, que encuentres a una mujer para observar. Puedes comenzar con aquella pelirroja, la que está paseando a su perro. La que es alta, de piernas esbeltas y elegantes, que parecen no poder contener la animosidad de la pequeña bestia que lleva enfrente. Deja de ver el contorno de sus glúteos, o las delicadas líneas que evidencian unos hombros trabajados. Deshipnotízate del vaivén de sus caderas, deja de imaginar el roce de su piel, lechosa y tersa, contra la tuya. Ya que viene hacia ti, te menciono que es menester que dejes de ver su boca. No te imagines arrancándole una carcajada, o robando un beso de esos suculentos pétalos color carmín. Deja de pensar en lo bonita que se ve con el cabello recogido, con tan solo unos mechones destellantes, que compiten contra los rayos del sol. Pero lo más importante, cuando pase al lado de ti, por favor, evita sonreír. Y cuando ella sonría de vuelta, no hagas esa cara de bobo que siempre haces. Y cuando ella volteé por encima de su hombro, para seguirte viendo, por favor no te vayas a quedar sin aliento.

Ya vas viendo que esto no es sencillo, requiere disciplina y concentración. No es una actividad para los débiles de espíritu.

Vamos a tomar un pequeño descanso, porque ese primer ejercicio fue algo difícil. Siempre lo es. Solamente requiero que me asegures una cosa. No vas a pensar en esa mujer de la que te has enamorado tan perdidamente. La del perfil delicado, del cabello avellana que caía delicadamente sobre sus hombros. La de los ojos suplicantes que te veían el alma cada vez que te miraba. Olvídate de la manera que mordía su labio inferior mientras leía y deja de pensar en la risa tierna que le daba cuando descubría que la estabas mirando. Quita tu cara de menso, porque es la misma que le mostrabas a ella cuando al mirarte se pasaba el cabello por detrás de la oreja. No recuerdes la manera en que decía tu nombre, ni la mirada inquisitiva que te dirigía cuando volteabas a verla, como si hubieras sido tú el que la había llamado a ella. Olvídate de lo necia que era y de la casi inexistente sutileza de sus malos humores. No piensas en su cuerpo delgado y curvilíneo, que se antojaba para una tarde de lluvia. No te imagines el contraste que formaría tu vasto tamaño contra el de ella. No des espacio en tu mente a la gentileza con la que quisiste amarla. Deja de pensar en ella.

Es mejor que te concentres en la escuela por un rato, para que empieces a ser un poco más objetivo. Ya vez que las ciencias tienden a ser más exactas; a ver si logramos que te tomes esto un poco más en serio. Solo que por ningún motivo vayas a pensar en ella, la que se sienta enfrente de ti. La que se acerca demasiado al cuaderno mientras escribe, la que sonríe triunfante cada vez que da una respuesta correcta. No pienses en esa melena oscura y densa que maneja con tanta habilidad, alejándola de su pluma mientras escribe. No recuerdes el sudor de tus manos cuando buscas cualquier excusa para hablar con ella. Olvídate del temblor de tu voz cuando quieres llamar su atención. Y olvídate también de los tantos intentos fallidos por invitarla a salir. Pero que situación más extraña, entre más te niega su compañía, mas quieres estar con ella. Que no te sorprenda de nuevo mirándola, estupefacto tú, y no te vayas a sorprender cuando suelte una risa muda al darse cuenta.

Finalmente, olvídate por favor a esa rubia de ojos azules que se te antojó para un paseo de otoño a través de un parque infinito. Nunca tomando el camino principal y entre risas y caricias, competir para saber quien podía hacer crujir las hojas y hacer más ruido. No imagines las risas que nunca le vas a poder arrancar, ni te imagines la música que brotaría al pasar tus dedos a través del arpa que ella llama cabello. Deja de recordar su caminar de caballo, potente y dirigido, sin embargo, fino y preciso. ¡Que mujer! Olvídate de esa mirada de perro herido que te daba para extorsionarte para obtener algo, y olvídate más de como tomaba tu brazo, fuerte y repentinamente, riendo siempre, cuando obtenía eso que quería. No imagines la manera en la que el sol se refleja sobre esa piel de vainilla. Olvídate de las huellas que dejaban sus pies al caminar sobre la playa, cuando poco a poco te enamoraste de ella.

Sin duda alguna, lector, no hay peor sensación que enamorarse de una mujer; y desde luego que entiendo las dificultades a las que te enfrentas al enamorarte de tantas al mismo tiempo. Por eso intento ayudarte, pero debes de saber que es inútil.

 Lector, honestamente, la única manera que conozco de poder ver objetivamente a una mujer es dejando de verlas.

Pero tampoco estoy seguro de eso.

Gerardo Gómez Ríos

Esposo, padre, hijo, ingeniero y autor.

https://www.gomezrios.com
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