Aquella vez que vacié mis intestinos en la vía pública

Ese día me levanté, según yo, a la hora de siempre. Empecé mi día normal, saqué del closet la ropa que me iba a poner para ir al trabajo y la puse en la cama. Prendí la regadera, para esperar a que se calentara el agua. Me lavé los dientes. Me dispuse a sentarme en el escusado para liberar el bolo fecal. Vibró mi teléfono celular. Lo levanté. 8:30 a.m. Treinta minutos tarde al trabajo. No sé qué pasó. Puta madre, el cambio de horario. Mi despertador sonó una hora tarde. Apagué la regadera, me lavé la cara. Sentí la mierda pulsando contra mi ano. Se sentía de mediano tamaño. Apreté. La sentí retraerse a mi intestino. Me vestí. Rápido. No puedo estar llegando tarde a este trabajo, es el tercero del año…. y necesito la lana.

Bajé las escaleras del complejo corriendo. Salí apresurado por la puerta. No me detuve a platicar con la doña de las gorditas, a ver si me regalaba una. El desayuno no es para los tardados. Llegué a la parada del autobús. La mañana era húmeda, había llovido la noche anterior. Pero además el sol estaba infame; mi corta caminata ya me estaba produciendo sudores en los recovecos más íntimos de mi cuerpo. No puede ser cabrón, ni 100 metros caminaste y ya estás sudando. Tienes que salir a correr. Agarrar condición. Mi sobrepeso es notable. Me ví la panza. Gordo. Hay que hacer ejercicio. Y dejar de comer tanta basura. Ya no más gorditas. No más conchas después de los tacos de la comida. Hay que dejar la cerveza en la noche viendo la tele, y solo, para acabarla de chingar. Sentí el sudor acumulándose en mi espalda baja. Lo sentí bajándome por la raya. Llegando a mi ano, húmedo, caliente. Me gorgotea el estómago. La relajación después de la caminata le había recordado a mi organismo que aún no soltaba el lodo. La sentí empujar. Apreté. Revisé mi reloj. 8:50 a.m. Puta madre.

Oiga, le pregunté a un señor que vendía periódicos. ¿No pasa esta ruta cada 15 minutos?. No joven, me respondió, después de las 8:30 pasa cada hora. 

Osea, hasta las 9:30. Chingada madre. Puta ciudad de huevones.

Tengo que tomar un taxi. Camino media cuadra más, en dirección a la oficina. Ningún taxi a la vista. Siento el sudor de nuevo, naciendo de mi nuca, comienza su bajada. Quiero cruzar la calle. El tráfico no me deja, hay demasiados carros. Veo mi reloj. Nada. No registro la hora, lo hago por desesperación. Se me quiere salir de nuevo. Aprieto las nalgas. Se aplaca. Cruzo la avenida, busco con la mirada. Avanzo unos cuantos pasos. Vuelvo a buscar. Avanzo de nuevo. Vuelvo a buscar. Veo un carro amarillo. Le grito. TAXI. Se detiene a 20 pasos de mi, venía algo rápido y tuvo que frenar. Quiero matarlo, no tengo tiempo para estas mamadas. Se me anda saliendo la caca mientras camino hacia el carro. Date reversa pendejo, acercate a mi, no mames. Entre dientes salen las palabras. Así traigo la puta mierda en la cola, a punto de salirse. Llego al carro, abro la puerta y me siento. Está caliente. ¿No tiene clima?. No joven. Ni modo, no puedo retrasarme más. A la calle Almodovar #225 oriente por favor. Claro que sí.

El carro arranca. Exhalo. La caca se me retrae. Respiro. Reviso la hora. 9:03 a.m. No está tan mal. Son como quince minutos al edificio. Hora de disfrutar el camino. El tráfico no está tan pesado, llevo la ventana abajo y está rico el aire.

Me despierta el ruido de un claxon. Estoy desorientado. ¿Dónde estamos? En Juarez. ¿Por qué por acá? ¿Cuánto llevo dormido? Siguen los pitidos de los carros. Lleva como 15 minutos dormido joven. Cerraron Lincoln y Washington y todas las calles que les llegan, algo de una línea de gas. ¿No vio las noticias? Tuve que venir hasta acá para poder bajar. Después me meto en Roble y lo dejo ahí cerquitas de su destino, porque no voy a poder subir. Está todo bloqueado.

Sí sí está bien. No pasa nada. Siento mi estomago alborotandose. Siguen los pitidos de los carros. Empiezo a sentir el calor. Vamos a vuelta de rueda, prácticamente detenidos. Ya no corre el aire. Me empiezo a desesperar. Y con eso, empieza a empujar la mierda. Toca mi ano, lo quiere hacer ceder. Pero no solo hacia afuera. Empieza a molestarme las paredes del recto. Tiene como picos y me está insistiendo para salir. El taxista me está hablando. No escucho nada. Los carros pitan. ¿No tiene clima su carro? No joven, ya le dije; lo siento, se echó a perder hace poquito. Ok. Reviso mi reloj. 9:34. Tengo que hablar a la oficina. Explicarles porque voy a llegar tarde. El taxista me sigue hablando. Voy a hacer una llamada, deme un segundo. Tomo mi teléfono. Marco. Espero. Suena una vez. Suena dos veces. Me tiembla la panza, sigue insistiendo. Suena una tercera vez. Contesta puta madre. Suena una cuarta vez. Despego el teléfono de mi cara. Justo cuando voy a colgar me contestan. Demasiado tarde, no pude retirar el dedo. Vuelvo a llamar. Nunca contestan. Estoy sudando de todos lados. Y quiero cagar. 

Esto se está poniendo crítico.

Tiempo. Sudor. Caca. Carros. Ruido. Me habla este tipo, no contesto. Estoy demasiado concentrado en no soltar toda la mierda. Mucho calor. Insoportable. Me tiemblan las piernas. La mierda empuja. Me va a ganar. No. No puedo dejarme. No puede faltar mucho. El carro de adelante avanza, pero el taxista no avanza rápido. Se mete otro carro. Voy a cagarme dentro de su carro. Pinche lento jodido. Tu puto trabajo es manejar y lo estás haciendo mal. Chingada madre. Quiero vomitar encima de él. ¿Porque puta chingada madre todos tienen que estar en esta misma calle? Se me va a salir la caca. Son picos ya, no caca. Esto no es normal. Los carros pitan a mi lado. Estoy sudando. Mis nalgas están empapadas. La camisa la tengo pegada al cuerpo. Estoy harto de este pinche calor. Quiero cagar. Cuanto falta. Se le vuelve a meter otro carro a este pendejo. Oiga no está viendo, se le están metiendo los carros. Tranquilo joven, hay mucho tráfico, a todos se nos meten. Lo que te voy a meter es un vergazo en el hocico hijo de tu pinche madre. Lo volteo a ver,  nervioso. Pero no me escuchó, solamente lo pensé. Alivio. No dura nada. Mi ano está a punto de explotar. Me voy a dar por vencido. Suena el teléfono. Estoy mareado. Es mi jefe. Respiro hondo.

Digame licenciado. ¿Por qué no has llegado? Estoy en el… tenemos varios pendientes que revisar. Si Licenciado, pero le digo que estoy en…. No puedes estar llegando tarde, ya llevas varias en el mes, y vas empezando. Si, Si, pero le digo que………… ¿Seguro que quieres el trabajo? Hay muchas personas dispuestas a trabajar el doble que tú por la mitad del sueldo. Señor lo que pasa es…… ¿ES QUE? ¡¿ ES QUE?¡ PURAS EXCUSAS CONTIGO. 

LO QUE PASA ES QUE ESTOY CAGANDO.

Abro la puerta del carro, me salgo. Me quito la camisa. Joven, ¿qué tiene joven? Parece un trapo, está empapada. Los carros me empiezan a pitar. Aviento el teléfono a la verga. Me bajo los pantalones. Oiga no esté haciendo eso, aún me debe mi dinero. Me bajo los calzones. NO MAMES CABRON. Se cierra la puerta del taxi y avanza lo poco que puede. Los carros están pitando. Algunas personas se asoman a gritarme cosas. El tiempo se congela. Me pongo en cuclillas. No escucho nada mas que el incesante latido de mi corazón. Siento como se dilata mi ano para dar paso a la bestia. Asoma la cara y se deja caer contra el asfalto. Sale de un solo chingazo. El ruido que hace se escucha por toda la ciudad. Puedo respirar al fin. Parece que al instante dejé de sudar. Empieza a correr el aire. Me siento refrescado. Me limpio la cola con la camisa que me acabo de quitar. Seguramente ya perdí mi trabajo, pero no me preocupo, me siento en la cima del mundo. Me subo los pantalones. 

Y me detiene un policía.

No escucho lo que me dice. Los gritos de la gente son ensordecedores. Me doy cuenta de todas las cámaras de teléfonos apuntadas a mi. Me doy cuenta del asco en sus caras. De las risas de algunos. Siento pena. Asco.

Me meten a la cárcel, por falta al pudor y daños a la propiedad pública (según ellos, pero en realidad fue porque no tenía billete para pagar la fianza). Mi video circula en las redes sociales y en los noticieros. Hasta las abuelitas lo han visto en el Whatsapp. Me hacen canciones, corridos, raps, lo que quieras. Estoy tan avergonzado que ni siquiera volteo a ver al hombre que me ofrece ayuda.

Yo te puedo ayudar. Vete de aquí. Tu eres la víctima. Déjame en paz. Puede demandar al estado, por todo lo que quieras. No me interesa nada, solo quiero que te largues de aquí. No volverás a trabajar en tu vida, solo hazme caso. No.

Así continúan nuestros intercambios. Una o dos veces por semana durante tres o cuatro semanas. Hasta que un día logra convencerme. La campaña será en las redes sociales. Tan solo tenemos que poner al público de tu lado.

Este hombre es la verdadera víctima, decían las publicaciones.

Las acciones de él son un producto de la mala planeación de la ciudad, decían los videos.

Sí, tienen razón, ese pobre hombre no merece lo que le está pasando, decían los comentarios.

El caso polémico del hombre que defecó en medio de una calle está tomando vuelo nuevamente, entren a nuestro portal para enterarse de los más recientes acontecimientos, decían los noticieros.

Vino el abogado a verme un día. 

Ten, escurrete esto en los ojos. Diles que aquí te pegan. Que tu solo estabas agobiado por tu hipoteca. Yo no tenía ninguna deuda. Firmale aquí, ya quedó, ya eres dueño de una deuda. ¿Pero como la voy a pagar? La van a pagar por ti. Bueno. Ve a las cámaras y llora. No tengo ganas. Echate lo que te di en los ojos. Ok. Cuenta tu historia, pero asegúrate de sonar triste. Ok. Esto es oro, va a ser viral este spot.

Vean como los reporteros más aclamados del país le dan la razón a este hombre, decían los videos.

Lo que hizo solamente fue un acto de protesta en contra del sistema, decían los estudiantes de las universidades.

Déjenlo salir en libertad, decían las abuelitas en el Whatsapp.

En fin, no se como pasó, porque no entiendo de pendejadas de abogados, pero me sacaron de la cárcel, me dieron la casa que “debía”, me dieron un montón de billete y hasta le cambiaron el nombre a la calle para ponerle el mío. Siempre que paso por ahí me acuerdo de aquel día. Nunca más tuve que trabajar en mi vida.

¿Qué cómo me siento al respecto?

Me siento increíblemente bien.

Pero mira, te digo la verdad, porque ya soy viejo y nada importa. 

La verdad, la verdad. 

La mera, mera verdad.

Ni siquiera tenía tantas ganas.

Gerardo Gómez Ríos

Esposo, padre, hijo, ingeniero y autor.

https://www.gomezrios.com
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