El hacendatario
Derramaba espesa la sangre, brotando del abdomen del hacendatario.
En un catártico, aunque irónico, ataque, le habían atrevasado una caña de azúcar.
Los campesinos, incrédulos, lo veían desangrarse.
Del charco de sangre que dejó creció un árbol torcido. Ahora, por tradición, la gente del pueblo lo latiga en el aniversario de su muerte.
Para que haya buena cosecha, dicen.
“Cría cuervos y te sacarán los ojos”